No es una novedad la noción de la
dinámica de los lenguajes, los cuales cambian continuamente por el uso
cotidiano, generando prácticas que luego son oficializadas o marginadas por la
academia. Tampoco es un hallazgo que la ortografía y la gramática oficial de un
idioma cristaliza y reproduce ciertas relaciones sociales aún cuando las mismas
se van tornando obsoletas.
En español, hasta el momento, los
sustantivos y adjetivos oficialmente adoptan dos géneros: masculino y femenino. Esta limitación,
aparentemente basada en la interpretación dual y genital del mundo, implica la
exclusión de aquellas personas que
comparten elementos de ambos géneros así como también aquellos que están
cuestionándose su identidad genérica e incluso no se conciben como
pertenecientes a ninguno de ellos.
La carencia de una declinación
indefinida genéricamente se evidencia aún más cuando hacemos referencia a
grupos heterogéneos. A lo largo del tiempo, el carácter patriarcal de las
culturas hispanoparlantes (en sintonía la mayoría de las culturas) propició que
se mantenga oficialmente el masculino plural para referirnos a la totalidad de
un conjunto múltiple. De acuerdo a esta convención, para referirse a un grupo
de personas en un auditorio compuesto por ciento tres mujeres y un solo hombre,
basta con que decir: “Todos los presentes.”
-¿Todos? ¿Pero si somos todas…? Ah,
sí… ahí está ese moplo.
Con el auge del feminismo, diversos
grupos postularon la necesidad de hacer referencia tanto a masculinos como a
femeninas para, al menos, equilibrar las denominaciones. De este modo,
comenzaron a referirse a “todos y todas los presentes”.
-¡Un momento! Si bien estás
diciendo todos y todas, el artículo sigue siendo masculino: los.
-¿Y qué querés que diga? ¿Todos y
todas los y las aquí presentes? Es un bardo.
-Y además, ¿por qué primero todos
y después todas?
-Bueno… todas y todos. ¿Estás conforme?
-No, sigue siendo machismo… como dejarme
pasar primero o abrirme la puerta.
- Mejor sigamos buscando.
Entre otras dificultades gramaticales,
el desglose de los géneros implica frases más extensas, lo cual no es bienvenido en tiempos en los que la brevedad y la
síntesis se reclaman como virtudes cardinales. Además, si bien este tipo de
expresiones aspira al equilibrio entre masculinos y femeninas, continúa dejando
de lado a aquellos/as que no se identifican con uno de estos dos géneros: algun@s
transexuales, algun@s travestis, algun@s bisexuales y algun@s intersexuales que
se reivindican como un género diferente (digo “algun@s” porque muchos sí escogen entre uno de los dos géneros mayoritarios).
Sin embargo, este pequeño paso lingüístico propicia una etapa
de nuevas preguntas al estilo ¿por qué seguir diferenciando entre masculino y
femenino al referirnos a las personas?, ¿sigue teniendo sentido basar el
lenguaje en una división proveniente de los órganos reproductivos, los cuales gran parte
del tiempo suelen estar tapados por ropa?
A partir de estas y otras disquisiciones, en algún cerebro humano o en varios al unísono surgió la idea de
reemplazar a la vocal que hace alusión al género en sustantivos, adjetivos, pronombres y artículos, por una intrigante
“x”. En lugar de “todos y todas” o “todas y todos”, sería sencillamente
“todxs”. Una x amplia, abarcadora, inclusiva, igualitaria y prácticamente imposible
de pronunciar. Una x que reluce sobre los papeles y pantallas, inaugurando la
necesidad de una declinación indefinida, mientras contractura las lenguas y
promete un aumento en el trabajo de lxs fonoaudiólogxs.
Teniendo en cuenta estas
vicisitudes en torno de una cuestión en plena vigencia, propongo como letra distintiva
para la nueva declinación indefinida genéricamente a la más amigable vocal “i”.
De este modo, en lugar del extenso “todos y todas, todas y todos”, o del
impronunciable “todxs”, podríamos referirnos al conjunto de personas con el
simpático y cariñoso “todis”.
¿Qué les parece, queridis amiguis
del futuro? ¿Se copan o seguimos buscando?