AddThis

Cambiar el mundo es fácil

Es incluso inevitable. Lo difícil es hacerlo de la manera que cada uno querría. 

Esta es, más o menos, la forma que me gusta a mí: 

.Persiguiendo el placer.
.Tratando de ser sincero.
.Disfrutando lo inesperado.
.Respetando a los demás. 
.Manteniendo la calma.
.Evitando la violencia.
.Aprendiendo de cada cosa. 
.Compartiendo los descubrimientos.
.Escuchando los sueños. 
.Tomando solo lo necesario.
.Jugando todo lo que pueda. 

Aunque esta lista parece sencilla, y seguramente sea provisoria, no fue fácil llegar a ella.


Una masacre en Kenia

La foto de la masacre en la úniversidad de Garissa lo tomó desprevenido. Tal vez si ya hubiera conocido la noticia, igual habría buscado esa imagen. Por curiosidad o morbo. Pero no fue el caso. Simplemente apareció entre las publicaciones de su facebook (una red social).

Había crecido entre noticias de matanzas y violaciones. Aunque tuvo la suerte de no haber protagonizado ninguno de esos hechos (aún), generó una especie de anticuerpos. '¿Qué me puede sorprender ya?', piensa. 

Y sin embargo esta vez, algo tan diferido como la imagen digital de unos cuantos cuerpos de estudiantes violentados lo conmovía. ¿Por qué? 

¿Qué había cambiado?


Queridis amiguis


No es una novedad la noción de la dinámica de los lenguajes, los cuales cambian continuamente por el uso cotidiano, generando prácticas que luego son oficializadas o marginadas por la academia. Tampoco es un hallazgo que la ortografía y la gramática oficial de un idioma cristaliza y reproduce ciertas relaciones sociales aún cuando las mismas se van tornando obsoletas.
En español, hasta el momento, los sustantivos y adjetivos oficialmente adoptan  dos géneros: masculino y femenino. Esta limitación, aparentemente basada en la interpretación dual y genital del mundo, implica la exclusión de  aquellas personas que comparten elementos de ambos géneros así como también aquellos que están cuestionándose su identidad genérica e incluso no se conciben como pertenecientes a ninguno de ellos. 
La carencia de una declinación indefinida genéricamente se evidencia aún más cuando hacemos referencia a grupos heterogéneos. A lo largo del tiempo, el carácter patriarcal de las culturas hispanoparlantes (en sintonía la mayoría de las culturas) propició que se mantenga oficialmente el masculino plural para referirnos a la totalidad de un conjunto múltiple. De acuerdo a esta convención, para referirse a un grupo de personas en un auditorio compuesto por ciento tres mujeres y un solo hombre, basta con que decir: “Todos los presentes.”
-¿Todos? ¿Pero si somos todas…? Ah, sí… ahí está ese moplo.
Con el auge del feminismo, diversos grupos postularon la necesidad de hacer referencia tanto a masculinos como a femeninas para, al menos, equilibrar las denominaciones. De este modo, comenzaron a referirse a “todos y todas los presentes”.
-¡Un momento! Si bien estás diciendo todos y todas, el artículo sigue siendo masculino: los.
-¿Y qué querés que diga? ¿Todos y todas los y las aquí presentes? Es un bardo.
-Y además, ¿por qué primero todos y después todas?
-Bueno… todas y todos. ¿Estás conforme?
-No, sigue siendo machismo… como dejarme pasar primero o abrirme la puerta.
- Mejor sigamos buscando.
Entre otras dificultades gramaticales, el desglose de los géneros implica frases más extensas, lo cual  no es bienvenido en tiempos en los que la brevedad y la síntesis se reclaman como virtudes cardinales. Además, si bien este tipo de expresiones aspira al equilibrio entre masculinos y femeninas, continúa dejando de lado a aquellos/as que no se identifican con uno de estos dos géneros: algun@s transexuales, algun@s travestis, algun@s bisexuales y algun@s intersexuales que se reivindican como un género diferente (digo “algun@s” porque muchos sí escogen entre uno de los dos géneros mayoritarios).
Sin embargo, este pequeño paso lingüístico propicia una etapa de nuevas preguntas al estilo ¿por qué seguir diferenciando entre masculino y femenino al referirnos a las personas?, ¿sigue teniendo sentido basar el lenguaje en una división proveniente de los órganos reproductivos, los cuales gran parte del tiempo suelen estar tapados por ropa? 
A partir de estas y otras disquisiciones, en algún cerebro humano o en varios al unísono surgió la idea de reemplazar a la vocal que hace alusión al género en sustantivos, adjetivos,  pronombres y artículos, por una intrigante “x”. En lugar de “todos y todas” o “todas y todos”, sería sencillamente “todxs”. Una x amplia, abarcadora, inclusiva, igualitaria y prácticamente imposible de pronunciar. Una x que reluce sobre los papeles y pantallas, inaugurando la necesidad de una declinación indefinida, mientras contractura las lenguas y promete un aumento en el trabajo de lxs fonoaudiólogxs.
Teniendo en cuenta estas vicisitudes en torno de una cuestión en plena vigencia, propongo como letra distintiva para la nueva declinación indefinida genéricamente a la más amigable vocal “i”. De este modo, en lugar del extenso “todos y todas, todas y todos”, o del impronunciable “todxs”, podríamos referirnos al conjunto de personas con el simpático y cariñoso “todis”.
¿Qué les parece, queridis amiguis del futuro? ¿Se copan o seguimos buscando?