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Conversaciones del pasado

En el año 1946 d.C., la mayoría del pueblo argentino eligió presidente al Coronel Juan Domingo Perón, quién llevó adelante una política de derechos y reivindicaciones para los trabajadores. A partir de entonces, la confrontación entre peronistas y antiperonistas (apodados gorilas, por los peronistas) se convertiría en el eje por el que transcurriría la vida política argentina, dando lugar a episodios sangrientos y trágicos, momentos emotivos y gloriosos, y también muchas situaciones tan ridículas que no se pueden creer. 

TIPITO: Hola, ¿me das La Nación?
DIARIERO: Ah, sos gorila...
TIPITO: No, ¿por?
DIARIERO: Porque leés La Nación, que es un diario gorila.
TIPITO: Ah, no... Lo quiero comprar porque salió una nota sobre una serie de televisión que hizo un amigo y lo quiero guardar de recuerdo. 
DIARIERO: Ah, está bien... son veinte pesos.
TIPITO: Tomá, acá tenés.
DIARIERO: Gracias por el cambio.
TIPITO: No, de nada... Che, ¿vos sos gorila?
DIARIERO: ¿Estás loco? Yo soy un soldado de Cristina. 
TIPITO: Ah, mirá... ¿Y no tenés problema en vender este diario, entoncés?
DIARIERO: Y bueno, qué querés... es mi trabajo.
TiPITO: Ah... Ok. Chau, suerte.
DIARIERO: Chau, que te vaya bien. 


¡Bienvenido el Otoño!

A pesar de que los quejosos de siempre ya están diciendo una vez más que el tiempo está loco, no recuerdo una transición entre estaciones tan puntual y prolija como la de hoy. El verano se despidió a lo grande, con una semana soleada de temperaturas para tirarse a la pileta y, cuando concluyó su turno, se retiró respetuosamente dando paso al otoño, que llegó entusiasta, con su viento y sus nubes. 

Recién el primer día de la temporada y por las calles ya se podían ver personas con buzos, sweaters y hasta camperitas, mientras que los desprevenidos que no daban crédito al calendario salieron por inercia ligeros de ropa y estarán pensando en el resfrío que se viene. Pero tampoco se los puede culpar totalmente por su escepticismo, fogoneado constantemente por los medios de comunicación masivos en manos de capitales concentrados y avalado por la desidia de las propias estaciones, que se preocupaban más por sus rencillas internas que por los intereses del pueblo. 

Después de años de peleas, usurpaciones y trabajo a desgano, esta transición ejemplar entre estaciones nos invita a esperanzarnos y pensar que el conflicto entre las mismas habría quedado en el pasado. Aunque hay que ser prudentes antes de descartar que la puntual retirada del verano no se trata de una vil estratagema y ya está planeando volver sorpresivamente en pocos días, para hacernos pensar una vez más que metimos la pata y la cagamos con esto del cambio climático.