Durante el último partido
denominado superclásico, un grupo de personas (porque sean quienes sean y mal
que nos pese, son personas) roció con una variedad de gas pimienta a algunos
jugadores del club River Plate, provocándoles irritación en los ojos,
quemaduras en la piel y manchas en la camiseta. La buena noticia es que no hubo
que lamentar víctimas fatales y que los responsables “no serían barras bravas
sino delincuentes comunes y/o policías.”
La violencia en torno
al fútbol local no es una novedad, sin embargo este hecho tan original parece
ser un punto de inflexión. La pregunta es, ¿qué camino tomaremos de ahora en
más?
Una posibilidad que ya
muchos estarán pensando es intentar imitar a las ligas europeas. En la liga
española, por citar un ejemplo, los espectadores miran el partido sentados tranquilamente
en sus butacas. No hay banderas gigantescas y los presidentes de los clubes
rivales miran el partido en el mismo palco. Cuando hay un gol, no lo gritan.
Por respeto.
Sin embargo, este
camino parece poco compatible con la idiosincrasia argentina. ¿Alguien logra
imaginar un partido entre Boca Juniors y River Plate sin hinchas saltando y
cantando desenfrenadamente? ¿Sin banderas, pirotecnia ilegal ni expresiones
xenófobas?
No.
Una opción más probable
es que las autoridades tomen las habituales medidas cosméticas. La violencia disminuiría
superficialmente para luego retornar con renovado ímpetu. En lugar de gas
pimienta, la próxima vez los agresores utilizarían gas mostaza o gas sarín,
provocando varias muertes.
Ahora bien,
detengámonos un instante. Como en toda crisis, este período de incertidumbre
encierra también una gran oportunidad. La violencia, tan difícil de contener,
podría ser incorporada oficialmente al espectáculo deportivo. Una posibilidad
es que cada hinchada cuente con un grupo selecto de simpatizantes equipados con
metrallas y tengan como objetivo disparar a los jugadores del equipo rival. De
este modo la furia de los fanáticos sería canalizada para ayudar a su equipo,
en lugar de perjudicarlo como ocurre actualmente.
Seguramente los
presidentes de los clubes tarden bastante tiempo hasta llegar a un acuerdo en
la reglamentación. El grupo de hinchas armados debería ser pequeño y las balas
estarían contadas para que los partidos no terminen demasiado rápido y el nuevo
deporte pierda atractivo. No valdrían tampoco las miras telescópicas (lo cual implica
cierta adrenalina extra por no embocarle una bala a un jugador del propio
equipo). Las granadas estarían reservadas para las finales y los clásicos, solo
dos por bando. El método de elección de los fanáticos armados quedaría librado
a la decisión de cada club o hinchada: algunas facciones optarían por un sorteo,
los clubes más grandes podrían producir un reality show, mientras que los
clubes de barrio seguramente privilegiarían a los socios vitalicios. Lo
importante es que los francotiradores no sean siempre los mismos, así todos
tienen la oportunidad de participar.
Una opción más telúrica
consiste en que los equipos se presenten a la cancha con doce jugadores y,
antes de comenzar el partido, un representante de cada hinchada tenga la
potestad de degollar a un jugador rival. Esta modalidad no solo ayudaría a
saciar la sed de sangre, sino que también estimularía del pensamiento
estratégico de las hinchadas, ya que si bien es probable que la mayoría opte
por anular al jugador contrario más habilidoso, algunas tal vez prefieran dejar
al rival sin arquero. Previendo esto, muchos técnicos saldrán a la cancha con
dos arqueros pero, ¿y si no ejecutan a ninguno? Tendrían que malgastar un cambio
de forma prematura.
También es probable que
muchas hinchadas prefieran deshacerse del jugador rival más odiado. Agustín
Orión, el arquero de Boca, optaría prudentemente por retirarse antes de que
el nuevo reglamento entre en vigencia. Sin duda muchos más jóvenes de las divisiones
inferiores podrían cumplir su sueño de jugar en primera.
En cualquier caso, es
indudable que nos encontramos ante la posibilidad del nacimiento de un nuevo
deporte, al que orgullosamente llamaremos “fútbol argentino”. Promete ser mucho
más emocionante y vistoso que el fútbol inglés, el fútbol australiano y el
fútbol americano, todos juntos.
Queda en nosotros dar un
paso adelante, o seguir clamando por opciones utópicas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario